Page 286 - Reflexiones y Acciones de mi Patria-eBook
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PERSONAS APRECIADAS Y CERCANAS                     Reflexiones y acciones de mi Patria


                  Muchos de aquellos que lo conocieron y lo amaron, se pregun-
               taban, ¿por qué Dios se lo llevó tan joven a su lado? La Ley Divina
               a veces actúa en forma incomprensible.  Lo que sí es cierto es que
               Monseñor Alvarado dejó una estela de fecundas realizaciones: su
               espíritu cristiano, su dinamismo, inteligencia, iniciativa, fueron atri-
               butos que lo consagraron en vida como el promotor y gestor princi-
               pal en los cambios de la Iglesia Católica en Panamá.

                  Recuerdo muy bien cuando él fungía como Secretario de la Ar-
               quidiócesis, siendo Monseñor Beckman Obispo de Panamá.  Desde
               esta posición, Monseñor Alvarado empezó a gestar el Movimiento
               de Acción Católica, con jóvenes que se reunían en la planta baja del
               Arzobispado.  Años después, fundó los cursillos de cristiandad, mo-
               vimiento precursor del apostolado laico en Panamá.

                  Monseñor Alvarado fue un sacerdote con mentalidad moderna.
               Él entendía a cabalidad la idiosincrasia panameña, conocía muy
               bien la historia, la política y las tradiciones panameñas.

                  Habiendo nacido y crecido en Santa Ana, conocía a todos en Pa-
               namá, no importaba su condición social; se codeaba con lo más alto
               de la sociedad, así como con los más humildes; su trato fue siempre
               campechano y amistoso, ganándose el aprecio y cariño de quienes
               lo conocieron.


                  Asesoró a ministros, diputados, amigos, matrimonios, quienes
               veían en él, al sacerdote y amigo inteligente y comprensivo que esta-
               ba siempre presto a darle los mejores y más atinados consejos.

                  Recuerdo que un ex ministro, allá por los años 1950, me confesó
               unos días después de su muerte, que él siempre que tenía un proble-
               ma serio en su ministerio, al primero que llamaba para recibir sus
               consejos era a Monseñor Alvarado.  Me comentaba que era asom-
               brosa la claridad que mostraba, al visualizar los problemas y buscar
               las soluciones.




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