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MOMENTOS HISTÓRICOS Reflexiones y acciones de mi Patria
esos días no hubo ni autoridad ni ley en las calles de Panamá, ya que
el ejército estadounidense no iba a arriesgar la vida de sus soldados
en las calles, haciendo oficios de policía local. Personas armadas cu-
yas lealtades e intenciones eran imposibles de reconocer, recorrían
las calles en vehículos incitando violencia.
Al llegar a mis oficinas encontré el pasaporte de mi hijo tirado en
la calle y todas las vitrinas de exhibición rotas. Los batalloneros se
llevaron perfumes y cosméticos que encontraron en la sala de ex-
posición, así como máquinas de escribir y otros equipos de oficina.
Afortunadamente no llegaron al depósito principal. Lo curioso fue
que tampoco entraron en mi despacho, asumo que por tener un cru-
cifijo en la puerta, mientras que sí penetraron en las demás oficinas.
Tapiamos con láminas de playwood los espacios rotos en las vitri-
nas, con la ayuda de fieles colaboradores de la empresa que arries-
garon su vida para llegar al local y apoyarnos, a quienes estoy eter-
namente agradecido. Horas más tarde, recibí una llamada de alerta
que me llevó a regresar a casa enseguida, ya que corría el rumor de
que los batalloneros se dirigían hacia mi barrio, Altos del Golf. Los
vecinos organizamos barricadas de protección en ambos extremos
de nuestra calle, con turnos de guardia permanente durante la no-
che. Gracias a Dios, no tuvimos ningún percance que lamentar. Las
siguientes dos semanas, hasta la entrega de Noriega, los panameños
vivimos un desabastecimiento casi total de alimentos, medicinas,
servicios básicos. Abundan las anécdotas ingeniosas de vecinos que
se organizaron para sobrevivir en todos lo barrios.
El saqueo a los comercios se dio sistemáticamente en toda la ciu-
dad. Nunca tuve tantos momentos de incertidumbre como los que
sentí durante la invasión, pensé en los habitantes de El Chorrillo y
en los otros panameños que sufrieron todo tipo de vejámenes, atro-
pellos y muertes durante este doloroso pasaje de la vida republicana,
que ni pedimos ni merecíamos. Las informaciones que se recibían
no eran confiables, no estuvo claro entonces y lastimosamente tam-
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