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Reflexiones y acciones de mi Patria   OBSERVACIÓN SOCIAL Y POLÍTICA DE OTROS PAÍSES Y SISTEMAS


                 el centro, pude conocer el famoso almacén Fin de Siglo, que perte-
                 neciera a la familia de nuestros amigos Rufino y Marta Álvarez, que
                 han vivido muchos años con nosotros en Panamá. Dicho sea de paso,
                 era uno de los pocos almacenes por departamentos en la ciudad que
                 tenía elevadores eléctricos y aire acondicionado. Fue un día de múl-
                 tiples actividades que nos permitió tener la experiencia general de
                 los turistas en La Habana, evocadora de un breve viaje al pasado por
                 el aspecto de sus edificios y los autos de modelos antiguos.

                   Al día siguiente, invitamos a desayunar al hotel a un diácono, a
                 quien tenía un encargo que entregarle. La conversación que sostuvi-
                 mos fue muy interesante, sin dejar de advertir que prácticamente no
                 probó bocado. Le pregunté por qué y me dijo que estaba tan abru-
                 mado por la cantidad de comida, que no podía comer. Caí en cuenta
                 de que los nacionales no podían asistir a los hoteles para extranjeros.
                 Le comenté que lo veía bien de salud y me confesó que llevaba unas
                 libras de más producto de tomar guarapo de caña a diario, ya que
                 eran pocos los alimentos que podían conseguir. Nos dio detalles de
                 las difíciles situaciones de escasez por las que atraviesan los cuba-
                 nos y compartió que tenía una vecina quien, a pesar de ser ingeniera,
                 con el salario que devengaba no le alcanzaba ni para mantener a su
                 hijo. Le confesó que había tenido que “meterse a jinetera”.


                   Esas vivencias y otras que nos compartió, me permitieron enten-
                 der que la calidad de vida humana en la isla era muy precaria y triste.

                   Después del desayuno tomamos bici-taxis para ir a dejarle una
                 carta a un sacerdote, en una de las más antiguas iglesias del casco
                 antiguo de La Habana. Al llegar a la iglesia y preguntar por el sacer-
                 dote que buscaba, me atendió su compañero y me informó que había
                 salido temprano en la mañana a conseguir un bombillo de luz para la
                 iglesia y no había regresado. Me contó de las diligencias como estas,
                 había que hacerlas a diario, ya que no se conseguían las cosas más
                 elementales que se necesitaban para sobrevivir. En la conversación
                 me dijo que la iglesia, después de la visita del Papa Juan Pablo II, se


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