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OBSERVACIÓN SOCIAL Y POLÍTICA DE OTROS PAÍSES Y SISTEMAS    Reflexiones y acciones de mi Patria


               había convertido en el centro de quejas y ayuda material, espiritual
               y psicológica de los feligreses. Después del almuerzo en el hotel, me
               quedé dormido. Al despertarme y no encontrar a Marianela y a mis
               hijos, salí y tomé un bici-taxi al frente del Malecón de La Habana.

                  Picó  mi  curiosidad  ver  que,  junto  al  bici-taxi,  estaba  un  joven
               vestido de blanco, quien resultó ser un santero. Lo invité a que me
               acompañara a hacer el recorrido por La Habana vieja. Esta invita-
               ción resultó ser muy instructiva, además de amena. Lo primero que
               pedí fue conocer el Hotel Nacional, ícono de los hoteles de La Ha-
               bana. Luego, a una de las calles más transitadas de la ciudad, que
               caminé en compañía del santero, mientras el bici-taxi reparaba una
               llanta en una estación de gasolina, que parecía una postal del viejo
               oeste norteamericano. Así tuve la gran experiencia de conversar con
               varios habaneros que jugaban dominó en una de las aceras, con un
               cartón y piedras sustituyendo las fichas clásicas, una oportunidad
               única de conocer la parte humana de esas vidas. El intercambió me
               dejó la impresión de que algunos de ellos estaban desempleados y
               jugaban dominó para matar el tiempo. Sentí que en ellos no había
               esperanza en la vida futura, como es a menudo el caso de las perso-
               nas que no tienen un trabajo digno donde ocupar sus manos y sus
               mentes. Durante el trayecto, visitamos una farmacia y un mercado
               de abastos, donde no había ni medicinas y comida.


                  El santero me llevó a conocer su casa y, mientras caminábamos,
               comentó que a raíz de la visita del Papa el régimen no seguía acosan-
               do a los santeros como antes. Cuando la llanta del bici-taxi estuvo
               reparada, reiniciamos el trayecto y vi pasar un “camello”, una plata-
               forma usada para transportar caña de azúcar del campo al ingenio,
               reconvertida en bus de pasajeros. Me impresionó la cantidad de per-
               sonas que llevaba, tantas, que muchas iban con la mitad del cuerpo
               salido por las ventanas. Siendo casi las seis de la tarde, regresé al
               hotel después de esta impactante y enriquecedora experiencia con
               ese inesperado guía.



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